Andrés Caro Berta

Nota del diario Cambio 19.12.2015 

 

Álvaro Sanjurjo Toucón reincide. Y lo hace de una forma espectacular. Crítico de cine desde hace ya varias décadas, Siempre fue una persona inquieta, molesto con la formalidad, agudo escritor desde el humor ácido, y además un buen investigador a través de varias publicaciones. Aquí ya hemos comentado anteriormente, trabajos suyos como La vida proyectada y Cine, política, Sociedad.

 

Ahora nos aporta un nuevo libro. Apasionante. Disparador de recuerdos de cada uno de los lectores. Y que tienta a estos a buscar en los rincones de las bibliotecas viejos programas de aquellos que se entregaban a la entrada de las salas cinematográficas, y que las nuevas tecnologías fueron dejando de lado.

 

Además, tiene el valor de rescatar del olvido, material que las empresas que pasan de mano en mano, y se vacían de historia, es destruido salvajemente. 

Nuestros países no conservan el patrimonio cultural. Apenas sobreviven algunos ejemplos, pero ni desde los gobiernos (y los gobernantes) ni las empresas privadas hay una conciencia de atesorar aquello que conforma la identidad de todos nosotros.

 

Sanjurjo se define en las primeras páginas como un guardador, y no un coleccionista. Cosa interesante. Uno va acumulando recuerdos valiosos que muchas veces quedan ahí, juntando polvo. Este libro logra  lo contrario. Permitirnos entrar en ese archivo un tanto desordenado, al que se sumó el acopio de material de otros guardadores como él, a quienes agradece correctamente. 

 

¿En qué consiste este notable libro? En aportarnos a tamaño real aquellos programas de salas de cine desde la década del 20 a los comienzos de los 60. Así de simple. Allí descubriremos cines que se perdieron en el olvido (¿y en qué calle estaba?), pero además trae a la memoria infinidad de películas, muchas de ellas de poca notoriedad, y otras que en su momento fueron famosas. Junto con ello, el disfrute de observar “la letra chica”, es decir, esos datos que marcan formas de difundir, los costos de las entradas, el recordar que había platea o tertulia pullman, o las distribuidoras de aquellas épocas. 

O datos que quizás se hubieran perdido como por ejemplo encontrar, a pie de página de un programa del cine Rex “la sala tradicional de Montevideo”, del viernes 27 de julio 1945 un recordatorio muy chiquito que dice: “Recuerde:  El 2 de setiembre el tránsito cambia de mano”

 

También aborda otros temas, como quién sería la misteriosa Adelina Guzmán, el asesinato de José Salvo, la figura del acomodador, el boletero, el portero, las salas que tenían su ingreso al lado de la pantalla, el cine vasco en Uruguay, los masones, el descubrimiento de Bergman, los candorosos pecados del cine Hindú, las salas de barrio, los amantes en las salas oscuras, los cines que antes de sus cierres apelaron a una inocente pornografía, el cine baby de los domingos de mañana, el fútbol, las transmisiones por radio de las películas, entre tantas, tantas, tantas historias que sabiamente, Sanjurjo nos trae a la memoria. Sumadas a aquellas de las que nunca tuvimos conocimiento.

 

Vale la pena comprar este libro. Es de colección. Se trata de un ejemplar formidable, de un tamaño que excede el habitual (31 x 23 cm) donde desfilan decenas y decenas de programas, pero además, en la carilla opuesta figuran historias maravillosas que divertirán muchísimo a veteranos que las conocieron o vivieron, y a los jóvenes que descubrirán algo inédito para ellos.

 

A todo este verdadero disfrute, en este libro, se agregan sueltos facsímiles de programas a tamaño real que usted puede colgar de la pared como un cuadro, o debajo de un vidrio en una mesa. Tesoritos imperdibles.

 

Este verdadero regalo al alma se encuentra en las librerías. Bookstore es una de ellas, pero si su librero no lo tiene, reclámelo. Hágalo con fuerza, porque vale la pena.

 

El costo, para la importancia del libro, por su edición de lujo es accesible. Tiene un valor de $850 (ochocientos cincuenta pesos)

 

Es un hermoso regalo para estas fiestas. Y también (por qué no) un obsequio que usted puede hacerse a sí mismo.

 

Recuerde: LOS PROGRAMAS HABLAN, de Álvaro Sanjurjo Toucón. Ediciones del cuartito.

 

Vale la pena tenerlo.

 

Cambio- ¿Qué te llevó a elaborar un libro tan particular?

Sanjurjo.- El hecho de que los programas de cine, como tantos otros elementos que a diario descartamos, conforman un testimonio de carácter muy diverso (social, cultural, económico, etc)

 

Cambio- ¿Cómo fue la tarea de recolección de programas impresos, donde muchos amigos colaboraron?

Sanjurjo.- Algunos de los programas estaban en mi casa antes que yo llegara al mundo. Otros fueron producto de mi manía de  guardador, y buen porcentaje me fue donado por amigos y/o familiares de estos en el caso de  personas desaparecidas.

 

Cambio- ¿Cuál fue la sellada, es decir, el programa que más te costó conseguir?

Sanjurjo- No hubo una búsqueda de programas determinados, sino que en “Los programas hablan” seleccioné, de entre muchísimos, aquellos que me parecieran más interesantes. Pero la “sellada” creo es el programa de las funciones que durante un mes, a principios de los años cincuenta, se desarrollaban en el Estadio Centenario.

 

Cambio- Supongo que los lectores amantes del cine, leyendo este magnífico libro tuyo se verán tentados a buscar entre sus papeles, viejos programas guardados. ¿Te ocurrió con quienes iban sabiendo de la edición de este LOS PROGRAMAS HABLAN?

Sanjurjo- En realidad muy pocas personas supieron de la existencia de “Los programas hablan” durante su elaboración. Lo que sí ocurrió es que una vez aparecido el libro, recibí infinidad de comentarios que constituían una especie de versiones personales de los textos del libro, generadas a partir de los resortes de la memoria que los programas reproducidos ponían en movimiento.

 

Cambio- El futbol también tiene cabida en los cines uruguayos

Sanjurjo- La proporción de quienes hablan de fútbol es inmensamente mayor que la de aquellos que asisten a las canchas, e infinitamente mayor si consideramos a quienes lo practican (ya sea  profesionalmente o en una “picada” barrial o playera). Esos “fans” del deporte más popular del país (traído por el imperialismo británico, según un nacionalista nacionalófilo), sin embargo, no constituyen una masa de espectadores que hagan del fútbol un tema que los exhibidores puedan considerar taquillero e incluyan en  su programación. No obstante el cine nacional (en un sentido de identidad política, no futbolera) ha dado films de considerable éxito. Para poner un poco de pasión, te diré que esos films fueron de temática “manya”.

 

Cambio- ¿Cuál es tu mensaje a los lectores de LOS PROGRAMAS HABLAN? ¿Por qué vale la pena comprarlo y tenerlo en casa?

Sanjurjo- Es difícil la imparcialidad y objetividad al referirnos a una creación nuestra. No obstante me atrevo a asegurar que “Los programas hablan” genera invariablemente, y como mínimo, dos sentimientos diferentes y compatibles. Para el lector o lectora con algunos años sobre el planeta, será introducirse en los caminos de la nostalgia y repasar las instancias vividas en las salas oscuras; mientras que los más jóvenes descubrirán un mundo de hace ochenta o sesenta años que realmente les sorprenderá con sus hábitos y costumbres tan diferentes a los de hoy. Ni mejores ni peores: diferentes.  Por último agrego que este no es un libro “de cine”, es un provocador de sentimientos, inquietudes, incógnitas, certezas y dudas inherentes a la mente humana. 

 

 

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