Estuve a punto de hablar del otro lado de Estados Unidos… De la pobreza, de los desamparados del Imperio… En fin, tantas cosas aprendidas para atacar al país del norte.
Pero me puse a pensar… ¿Sólo allí existe la pobreza? ¿Sólo allí hay gente que está de paro, o tiene dificultades para sostenerse económicamente?
Y ahí, reflexioné… sobre realidades, sobre lo que se nos dice, sobre los panfletos, sobre…
Y me di cuenta que si bien esas personas que habitan el condominio estatal durante el verano porque no pueden pagar el alquiler de una casa, tienen un apoyo gubernamental al disponer de un complejo bonificado, digno, con lo básico y un poco más (hasta piscina).
En ese sofisticado conventillo, la película se centra en algunas de las inquilinos, Halley, una muchacha de veintidós años que está sin trabajo, y aún no maduró y es madre de una niña de seis, llamada Moonee, avispada y que tiene alma de líder. Un vecino de una edad cercana, Scooty, hijo de una camarera que es muy amiga de Halley, con quien sale de noche de paseo y algo más, y que roba del restaurante donde trabaja, comida que da a los niños, y una tercera compañera de andanzas, Jancey quien vive con su abuela, porque la madre la tuvo a los quince, y no quiso saber más nada de ella.
Quien da un intento de orden, siempre desde el afecto es el gerente, un empleado responsable que busca solucionar los problemas que se presentan y que, aunque protestando siempre, intenta ayudar a Halley hasta que ello se hace imposible.
Porque Halley es la manzana podrida, y su hija, con la imagen materna que tiene, va en camino a repetir sus conductas.
La película que tiene un lenguaje de un cine más latinoamericano, sigue a esa pandilla de niños en sus inocentes tropelías, aburridos de no hacer nada mientras esperan que comiencen las clases.
Estos, sin el control de sus madres arman sus propias aventuras, cargadas de picardía, donde cometen acciones inocentes y otras, no tanto, como cuando incendian una casa deshabitada.
The Florida Project está filmada dejando expresarse a los niños, quienes muestran la vida de los adultos desde esa perspectiva infantil, con una cámara que recoge las acciones de estos, dejando fluir lo que hacen, seguramente con mínimas indicaciones desde la dirección, para que el lenguaje sea más espontáneo.
Hay momentos marcados sí, como la aparición de un posible pedófilo, o el aludido incendio, o los clientes que Halley lleva a su apartamento (con la niña en la bañera y captando las relaciones sexuales de su madre con clientes), y luego la aparición de la policía y los servicios sociales, actuando frente a ese comercio, y buscando soluciones un tanto absurdas para la niña.
The Florida Project se sostiene básicamente por la actuación de los niños (muy bien dirigidos), en especial una tremenda Brooklynn Prince que con sus siete años actúa como si estuviera en la vida real.
Le sigue Bria Vinaite, una actriz lituana (se radicó a los ocho años en Estados Unidos) de veinticuatro años en su primer papel, actuando como una madre adolescente que parece más hermana que progenitora de la niña.
William DeFoe, lejos de los roles estúpidos que le ha tocado hacer, acá es un gerente preocupado por lo que pasa en su motel, no forzándose en su actuación, sino dejando que esta se dé espontáneamente.
El filme está muy bien dirigido por Seam Baker, quien anteriormente realizara Starlet (2012) y Tangerine (2015)
La escena final, con la huída hacia la fantasía de Disneyword sería para discutir, pero es un buen golpe de efecto para que los críticos nos detengamos en ese detalle y abundemos en las diferencias entre la vida real y la fantasía…