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Categoría: Escritos

De cómo sus dos amigos enseñaron a Gogó a usar la nueva máquina fotográfica que le habían regalado.

 

 

(Pertenece al libro de cuentos Adrenalina Montevideanis -nada será igual. Ed. Abrelabios. Montevideo. 1997)

 

Andrés Caro Berta

 

A Gogó le regalaron una máquina. Fotográfica, claro. Es de linda. Ella realmente no le dio mucha pelota al que se la regaló. Pero ahora no sabe cómo sacar fotos. Y vino y nos pidió ayuda. No sé qué me dijo que ya le habían dicho que tenía el rollo adentro y todas esas boludeces de los que te quieren paquear. Entonces vino y nos pidió ayuda. Nosotros, claro, sacamos pecho, por eso del macho y el pavo real y las plumas que se agrandan y le dijimos, por favor, vení, claro que sabemos, y con aire de suficientes: "A verrrrr...". Hace dos horas que estamos acá. Los tres. Incluida Gogó. Algo es algo. Conocerla (a la máquina, claro) la conocemos. Es de linda... Es toda negra. Y tiene una palanquita que si uno la aprieta para abajo, así, eso, hace un clic. Adelante hay un vidrio, redondo como los ojos de los barcos, pero más chiquito. Debe ser importante porque para lo que es la cámara, es enorme. Quisimos sacarlo, pero está como pegado a las paredes de plástico. La máquina arriba tiene un agujerito. Al Tito se le antojó que era para colocar un enchufe. Sacó un cable pelado que tenía guardado. Una punta la puso en el enchufe de la pared. Y la otra dentro del agujero de la cámara. Pero ni la lámpara se iluminó, ni la máquina hizo nada raro. Eso sí, le dio la tal patada, y el plástico de alrededor se derritió un poco. Suerte que le dio tiempo para arrancar el cable de la pared. Temblando un poco todavía, el Tito dijo: "Esta máquina es imitación". Es que el loco sabe los montones. Seguimos investigando. Lo más asombroso fue que atrás, y no es joda, atrás -si ponés un ojo pegado al vidriecito que hay allì- ves en chiquito todo lo que hay delante tuyo. "Un reducidor", dijo esta vez el Tito. Tá divertidísimo. Es como en el cine o en la tele. La gente pasa al lado tuyo y ves que aparecen y desaparecen. Con el Tito nos turnamos. Un ratito uno, un ratito el otro. Ibamos para adelante y hacíamos monadas, y el otro veía todo por ese agujerito con vidrio. Era para tirarse al piso, de risa. Pero nosotros lo hacíamos por un estudio científico. "Yo creo -así se lo dije al Tito- que una máquina como esta no puede ser para tan poca cosa". El Tito me dijo que tenía razón. Me dijo: "tenés razón". En una de esas, mientras la movíamos para todos lados, pero con orden para acordarnos (izquierda, derecha, derecha, izquierda, un suponer) saltó una tapa y la máquina se dividió en dos. Una para adelante, toda la máquina, bah, y otra para atrás, la tapa. Asombrados, la apoyamos en la mesa de trabajo y miramos detenidamente. ¡Había de chiches! Todos inútiles, según nos dimos cuenta, porque no servían para nada. ¡El vidrio que habíamos visto afuera, llegaba hasta adentro! Ahora bien, como si fuera un huevo de pascuas de plástico, adentro tenía un regalito. Era una cajita redonda, con números, letras, rayas verticales, flechas y todo lo demás. Abrirlo costó mucho. Era como un tacho de basura en miniatura. El Tito, sin mirarme, me dijo: "Lo que pasa es que en Japón todo es chiquito". "Ah", le dije yo, mirándolo y mirando la cámara. Sólo logramos abrirlo cuando el Tito trajo una tenaza e hizo saltar el plástico en mil pedacitos. La desilusión fue total. Adentro había una cinta de plástico, con agujeritos a los costados, toda enrollada. Ni un conejito, ni un caramelo. Ni un "Prueba otra vez". Gogó, a esa altura, nos miraba extrañamente despavorida. "¿Te pasa algo?", le dijo el Tito, que es medio bruto para esas cosas. Ella decía cosas sueltas, extrañas; empezaba una palabra, ¿no? y lloraba, la terminaba y gritaba; iba a decir algo más, ponía los ojos en blanco, por lo que le recomendamos -en el momento- que fuera a un doctor, que estaba muy rara, porque la veíamos muy nerviosa. Claro que todo tiene su beneficio, porque Gogó estaba tan loca, tan en otra parte, que de la máquina pasamos a revisarla a ella y no nos dijo nada.