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Categoría: Escritos

El pasado 24 de setiembre 2009, el grupo cultural La Tertulia festejó en la Biblioteca Nacional sus 15 años. En la oportunidad, Andrés Caro Berta, representando a la cAsa de los Escritores del Uruguay disertó sobre este tema. Aquí está el texto

 

Es evidente que estamos en un momento de cambios de paradigmas. Hay un mundo que va desapareciendo, mientras el otro nace y crece a todo ritmo.

Si uno observa la vida apenas veinte años atrás y la compara con la de hoy, encontrará desde objetos a situaciones totalmente desconocidas para ese tiempo pasado.

Este cambio vertiginoso, más allá de consideraciones positivas o negativas, es. Y se trata de una transformación radical y sin marcha atrás.

 

En este tiempo lo que ha marcado el cambio, como fue el cine en el comienzo del siglo XX, o la imprenta, ha sido la aparición de la computadora, y luego Internet

Un ejemplo claro de quienes sufrieron la transformación es el caso de las empresas discográficas que debieron salir a crear nuevas formas de negocio para no desaparecer.

Lo impreso  también va en ese proceso.

Lo que ha cambiado hoy por hoy, gracias a la capacidad de almacenamiento de los nuevos aparatos electrónicos y la conexión a la red es la valoración que se le da al producto cultural llamado objeto, en este caso, el libro, la revista, el periodico.

 

Aquellos que somos obsesivos (y esperemos que no también compulsivos) o ratones de biblioteca (queda mejor) entre otros términos, nos estamos convirtiendo en seres raros para las nuevas generaciones que apuntan a lo minimalista y a quienes  comienza a no interesarles, como decía, el objeto por la incomodidad de su tamaño  y dificultad de traslado.

 

Entonces, el desafío es, en este tiempo, generar algo que pueda competir con esa facilidad de uso y la transformación en el  almacenamiento.

 

Algunos mitos hablan de que lo que ofrece Internet no es confiable en cuanto a sus contenidos, y quizás en parte, por ahora es cierto. Pero ya hay sitios especializados de jerarquía, con análisis que superan a los impresos y corren con la ventaja de ser lo que ahora se valora tanto, lo último en conocerse.

Por otro lado, de la Unesco hacia  abajo comienzan a proliferar Bibliotecas Virtuales demasiado bien abastecidas que compiten con el producto impreso.

 

Suena a catástrofe, ¿no? 

Sin embargo, para los amantes del objeto, el libro, la revista, el semanario, el diario aún mantienen el encanto.

¿Y cuál es este? El ritual. Así para quien fuma, el cigarro no puede competir con la pipa o el habano, lo impreso mantiene el encanto del ejercicio de recogimiento e intimidad que aún no ha logrado la pantalla de la computadora.

 

Claro, Internet tiene otros encantos. Para el escritor, por ejemplo, que debe luchar con los abusivos costos de ediciones, lidiar con mínimos porcentajes de retorno de sus impresiones y golpear y golpear puertas que casi nunca se abren para poder mostrar al mundo sus producciones, la ventana que se le brinda  en lo cibernético es de una ayuda incalculable.

Allí, inmediatamente puede ser conocido en cualquier parte del planeta donde haya alguien navegando y potencialmente reconocido, fácilmente dialoga, muestra sus escritos para que opinen o los corrijan, asiste a foros de intercambio, y por qué no, también ofrece su material a empresas editoriales, o quienes intermediarán por él, sin salir de su casa.

 

¿Esto significa el fin de lo impreso? No lo sabemos. Opinar una cosa u otra sería futurología. Pero es evidente que si alguien se duerme ahora y se despierta apenas en diez años no va a reconocer mucho de lo que observe.

 

¿Qué hacer, entonces como creadores y como consumidores? Adaptarse a los cambios, acompasarlos, saber que muchos árboles se van a salvar aunque eso no signifique un salvataje a la Naturaleza, porque la voracidad humana va en aumento.

 

Las diferencias entre la literatura impresa y la que aparece en el ciber espacio son, por cierto, y al menos por ahora, muchas.

 

Partamos del envase. Una pantalla ofrece un almacenaje enorme de una gran  variedad sobre prácticamente lo que a uno se le ocurra.

Trabajando como coordinador de talleres literarios, por ejemplo, un día dialogando sobre Lewis Carroll en pocos minutos pude mostrar, sin tener que desempolvar ningún libro de mi biblioteca, o pedir a los asistentes que fueran a alguna Biblioteca Pública, las conocidas pero no siempre ubicables fotos que éste pedófilo matemático y escritor sacó a Alicia y su hermana, permitiéndome discutir los orígenes de Alicia en el País de las Maravillas

 

Enciclopedias como Wikipedia aportan datos que si bien es cierto, hay que chequear, nos brindan elementos que debíamos antes procurar en pesados volúmenes al estilo de aquella Enciclopedia Británica que vendedores llevaban a las puertas de las casas, o los fascículos que aportaban, coleccionables, los diarios de tiempo atrás.

 

En el programa de edición de libros gratuitos a cargo de Google se ha desatado una gran  polémica.

 

Entre quienes están de acuerdo y los que no, rescato las palabras de Gregory Cendana, presidente  de la Asociación de Estudiantes de Estados Unidos que dice, respaldando a Google: "Hoy por hoy, millones de libros son sólo accesibles por unos pocos privilegiados que son aceptados en las universidades y que además pueden darse el lujo de pagársela. Con Google libros, cualquier estudiante tendrá acceso a cualquier libro de las mejores bibliotecas del mundo a un clic de distancia, y desde cualquier punto del país"

Un almacenamiento de información que, además, no necesariamente debe estar acumulándose en nuestra computadora ya que con sólo ingresar a algún servidor, podemos ir hacia lo que buscamos.

 

El plan Ceibal, el Cardales son claros ejemplos de los tiempos que se vienen. Tiempos de verdaderas revoluciones culturales, de cambios de paradigmas, de transformaciones que marcarán fines y comienzos.

 

Claro, así evitaremos pérdidas invaluables de bibliotecas y archivos propensos a incendiarse por su material inflamable, o la manipulación indebida o las ratas o el agua,  aunque un apagón o cortocircuito lleven a la nada trabajos enteros que tengamos en nuestro disco duro.

 

Cada vez nos tornamos más dependientes del dato fuera de nuestro dominio, cada vez más delegamos el almacenamiento en sitios y servidores de los que desconocemos todo, y que pasan de dueño en dueño sin nosotros ni enterarnos. Eso, además de los gusanos, los troyanos y todo virus que ataca nuestra computadora en segundos, como lo hace el pez de plata con libros, revistas y periódicos, pero en años.

 

Lo impreso en el formato papel conserva, como decía anteriormente, el sabor del ritual. Uno se prepara para la lectura. Hay un apartarse del mundo circundante, un entrar en contacto sensual con el objeto, una interrelación que se asemeja a un espacio que pasa a ser de uno y el objeto… y los demás.

En tanto, lo cibernético, es lo inmediato, el vértigo, el transitar de una cosa a otra, el meterse dentro de la computadora, con los dedos y el ratón como vehículos en busca de un sinfín de emociones que no siempre uno profundiza, pero que generan mucha adrenalina.

En el mundo virtual, un texto extenso aburre, una página pesada es dejada de lado, un poema confuso o críptico se sustituye por otro, un cuento convive con una canción que uno escucha, un poema con videos, una investigación con un chateo. Ya no es la concentración que nosotros conocimos.

 

El futuro dirá. Pero la tendencia es clara. Basta saber cómo nos va a ir en ella. Si nos adaptamos a los cambios, si los desafíos culminarán en la coexistencia de variados formatos o lo electrónico o aquello que sustituirá próximamente a este barrerá con lo que conocemos.

 

Porque uno de los pecados de los seres humanos está en suponer que todo fue siempre como lo conocemos hoy, sin darnos cuenta que cuando el viejo Güttemberg comenzó a invadir el mercado con los productos de la imprenta, gran escándalo se habrá armado en aquellos que negaban el valor de lo nuevo.

 

Quedan desafíos por resolver. Uno de ellos, en Internet pasa por el tema de los derechos de autor, dado que una vez que el trabajo ingresa en la red es difícil poder seguirle el rastro.

 

Por otro lado, las empresas comienzan a apuntar hacia lo virtual, y la era de la libre navegación está llegando a su fin. El mañana parece ser el de comerciar los materiales, cosa que ya ocurre con la música.

 

En ese camino diversas empresas ya ensayan lo que pueden ser los libros del futuro. Una pantalla, sí, pero portátil para leer los materiales que se editen en Internet.

 

Entonces, y para finalizar, ¿demonizar lo nuevo? ¿Seducirse por lo que se viene y renegar de lo anterior?

Como en todo proceso de cambio, muchas veces las conductas humanas tienden a radicalizarse.

 

Cuando apareció la fotografía se insistía con la desaparición de lo pictórico. Con el cine se temió decirle adiós al teatro. La televisión prometió barrer con el llamado Séptimo Arte. Sin embargo… Luego de tiempos turbulentos, finalmente aparece la coexistencia, que ofrece sí, nuevas alternativas, modificándose las formas y costumbres, transformando nuestros hábitos y generando situaciones y gustos extraños a los que finalmente terminamos adaptándonos, creyendo que existen desde siempre y para siempre.

Andrés Caro Berta con Carmen Borda