Segundas partes...

 

(Publicada en Diario Cambio)

 

La primera película, comentada en esta misma página allá por el 2004, encerraba diversos aspectos que la hacían diferente al común de su género.

En dicha crítica señalaba por ejemplo que por sobre todo estaba muy bien narrada.

 

Con un excelente guión la primera ofrecía una historia simple, lineal pero que mantenía siempre tenso al espectador.

Pero además contenía otros intereses, raros en estas producciones.

Entre ellos, la ubicación en lo profundo de  la Antártica donde un grupo expedicionario, después de mucho batallar contra el clima, descubre una extraña pirámide con escrituras aztecas, camboyanas y egipcias. 

Jugando con la hipótesis de que este descubrimiento podía indicar que dichas civilizaciones fueron posteriores a la cultura que acaba de descubrirse, el filme anuncia que hay otros hallazgos no tan halagüeños. 

Los depredadores, una raza de extraterrestres mucho más avanzado que nosotros, se contactaron con los pueblos de entonces, les enseñaron su tecnología y construyeron pirámides, entre otras cosas. Pero además, usaron a los humanos como huéspedes  (mediante los sacrificios rituales) para criar las larvas de los aliens, que luego utilizarían como presas para cazarlos cada cien años. 

 

Esta historia, de por sí, atrapante, estaba  muy bien contada. Cada descubrimiento tenía una explicación, cada escena resultaba claramente resuelta y todo rodaba aceitadamente para la diversión del espectador.

 

Porque si bien el objetivo era una película de acción, mezclaba simbología de los aztecas vinculándola con el progreso de la trama, y sus decorados indicaban que atrás de ellos había creadores que se habían preocupado por recabar datos históricos correctos. El mérito era para el productor de diseño, Richard  Bridgland que había inventado la arquitectura y la tecnología “depredadora”

Así, las persecuciones y luchas entre aliens y depredadores, y entre medio los humanos, se desarrollaban en cuartos de la pirámide, la cámara de los sacrificios con cuerpos momificados y extrañas imágenes esculpidas en las paredes y la cámara de los Jeroglíficos que permitía la explicación de lo que estaba pasando.

 

PAUL W.S. ANDERSON fue es el director

 

 

UN DETALLE SUTIL

 

Éste estaba en que el actor Lance Henriksen (entre muchas, protagonista de la serial Millennium), fue el androide Bishop de la primera y segunda  Alien, y aquí hace del multimillonario Charlos Bishop Weyland.  El apellido deriva de la corporación Weyland- Yutani, la multinacional que había enviado al Nostromo a la trágica misión de traer al Alien, a la Tierra.  Quiere decir que aquel robot que vemos en Alien, es la imagen de su creador.     Este dato muestrana que esa primera parte de  AVD no era un filme industrial, sino que había mucho cariño puesto en él, de parte de quienes lo realizaron. 

 

 

LA CONTINUACIÓN

 

Ahora apareció la segunda parte. Y como ocurre habitualmente, es muy inferior a la primera. 

Su historia es absolutamente predecible, parece otra de tantas producciones de terror con adolescentes universitarios y deja de lado cualquier sutileza.

 

 

LA HISTORIA

 

Lo que narra es simple. El alien que había quedado dentro de la nave espacial del Depredador despierta, ataca y termina escarchándose con nave y todo en un pueblito de Estados Unidos. Quienes se cruzan por su camino son eliminados y sirven como huéspedes para que nazcan nuevos aliens. Entre tanto, un Depredador en su planeta descubre todo lo que está ocurriendo y parte para la Tierra para eliminar a estos bichos repugnantes (uno hasta termina queriendo a estos depredadores, che…)

 

Entre medio, las tonterías de siempre de estas películas. La vida cotidiana de muchachones, la rubiecita que busca tener algo con un ex, que ahora es humillado por vender pizza, un ex convicto que regresa y es bueno, el sheriff que no sabe qué hacer con los muertos que van apareciendo, la mamá soldado que es buena y regresa a la casa y le regala un lente con visión nocturna a la hija, y eso la salva, el padre, amoroso que es comido por el malo, los pocos inteligentes que se juntan, mientras todos los demás van a la trampa, y el bicho que mata y mata. Y el Depredador que le pisa los talones a los aliens, pero estos cada vez son más y él no puede con todos.

 

Finalmente, una determinación del ejército norteamericano que en otra película hubiera merecido una visión crítica…

Y él y ella que no se conocían pero que gracias a la desgracia terminan juntos y felices…

 

Lo rescatable es el buen nervio narrativo donde, aunque uno sepa que es una más de tantas, se mantiene alerta ante cada ataque de no se sabe quien.

 

Pero, no más de ahí. Los parecidos son demasiado con otras producciones. Quizás la más cercana es La Guerra de los Mundos, de Spielberg.

 

Los diálogos coherentes no existen, las situaciones son obvias, se sabe quién va a ser el próximo en morir, y todo luce demasiado infantil. Los monstruos se muestran muy poco y mal (los planos son casi siempre cortos y muy mal iluminados para evitar verlos correctamente)

 

 

COSAS IMPORTANTES QUE NO SE ACLARAN

 

Si usted no vio la primera difícilmente pueda entender qué hace el Depredador persiguiendo Aliens en la Tierra. 

La explicación está en que lo que se descubre sobre el final de la anterior es que los Depredadores son extraterrestres que les gusta cazar. Y criaron a las presas, los Aliens para poder venir a nuestro planeta en cada período de caza. Pero lo que ocurrió es que nacieron tantos bichos que la situación se les escapó de las manos, y para peor, cuando fracasó la misión anterior estos aliens se metieron hasta en la propia nave que hubía.

 

Esta secuela está dirigida por los hermanos Colin y Greg Strause, debutantes, expertos en efectos especiales que aquí tampoco la embocan por ese lado.

El responsable del mamarracho de guión es Shane Salerno, quien curiosamente había escrito también la anterior, además del engendro El motorista fantasma y Shaft, el retorno, que pasaron sin ninguna gloria.

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